No es la primera vez que les digo que la relojería es un mundo realmente extraño. Siempre entre el miedo y la alegría, los directivos de las marcas de relojes cambian constantemente ante cualquier pequeña noticia. Si se les escucha atentamente, uno se pregunta si la industria de la relojería no está a punto de morir.

Sí, es absolutamente cierto, no todo va estupendamente en el silencioso mundo de la medida del tiempo. No sólo el Banco Nacional suizo ha jugado una mala pasada a todas las industrias de exportación helvéticas llevando el franco suizo a la paridad con el euro, si no que los efectos del cambio se dejan sentir con fuerza. Es muy cambreante, sí, pero no mortal. Además, los dirigentes del Banco Nacional dicen a quien les quiere escuchar que la situación precedente era artificial y que todo el mundo debía esperar que esto cambiara algún día. Sí, responden los relojeros, pero no precisamente ahora cuando tenemos ya dificultades.

Cierto, la situación no es fácil para todo el mundo y hay algunas marcas, muy potentes, incluso muy arrogantes, que se encuentran en una curiosa situación y no venden prácticamente nada. No diré quien, pero en un grupo que posee marcas denominadas de alta relojería, algunos CEOs de la compañía han sido convocados por el propietario, que les está «gritando como a niños». Y como están muy bien retribuidos, con un montón de ventajas de ensueño, se callan, inclinan la cabeza y se miran los zapatos. Serían muy estúpidos si osaran hacer el mínimo gesto de contestación o de rebelión. Así, nadie osa decir a su propietario que, si las ventas retroceden es debido a una serie de criterios y decisiones cuya responsabilidad no les incumbe necesariamente.

De hecho, este periodo de «calma» tiene varias razones, algunas de las cuales son, en gran parte, atribuibles a los relojeros que creyeron que había caído en su bolsillo una auténtica mina de oro. Este mal análisis fue debido a una gran falta de conocimiento de los mercados asiáticos y concretamente del mercado chino. Durante una decena de años la demanda se multiplicó y la relojería respondió. Pero no todo el mundo tomó sus precauciones. Algunos entendieron desde el primer momento que si el mercado chino era prometedor, eso no significaba que todo fuera fácil y que pudieran dirigir como quisieran a los consumidores del Imperio del Medio. Estos relojeros constatan ahora una disminución en sus ventas, pero la situación no es en absoluto catastrófica.

Sin embargo, para otros la situación es mucho más difícil. Pensaron además que hacer una joint-venture con socios chinos era simple. Y se equivocaron completamente pues incluso aunque las marcas puedan mantener muy buenas relaciones con sus socios chinos, nunca llegarán a ser verdaderos amigos.

Los negocios son como son y los socios chinos quieren ante todo su propio beneficio y no el de sus socios occidentales. Esto no es ninguna novedad, pues si miramos en «nuestro propio jardín», nos damos cuenta que nos comportamos de manera muy parecida.

El segundo gran error de algunas de estas marcas fue la «orientalización» de determinadas colecciones, denominadas especiales. Para seducir a los consumidores orientales, no faltaron los que pensaban que había que ofrecerles relojes «muy chinos». Es así como llegamos a las esferas con dragones y toda una serie de decoraciones similares. Aparte de intentar ganar mucho dinero sin romperse la cabeza con nuevos desarrollos técnicos, estas marcas no comprendieron que los amantes orientales de la bella relojería no tenían ninguna gana de llevar relojes «customizados a la moda china». Por el contrario, tenían ganas de llevar relojes suizos de calidad y con complicaciones. Porque aunque China siga siendo un mercado en vías de desarrollo, todos los clientes de ojos rasgados no pueden ser incluidos en la misma categoría.

Lo he dicho alto y claro, la ralentización que sufre la relojería suiza no es sólo consecuencia de los errores de las marcas, que quizá no han comprendido que no se aborda de la misma manera un mercado con larga tradición cultural que un país en vías de desarrollo. En China, por volver allí, el crecimiento también ha disminuido. Cierto que continúa a niveles que hacen soñar a todos los emprendedores europeos, mero la vuelta de tuerca dada por el nuevo gobiernos hace 18 meses a puesto orden en la casa china. Lo primero, la corrupción, que formaba prácticamente parte del ADN chino, ha sido firmemente castigada, lo que ha provocado una espectacular bajada en las ventas de determinados productos. La consecuencia de este endurecimiento se ha hecho sentir en todas partes del mundo.

Sí, en todas partes del mundo, pues, como sabemos, los chinos son los principales compradores en todas las tiendas «tax free» de todos los aeropuertos del mundo. Aunque no todos los chinos son ricos, cuando vienen a Europa manejan un presupuesto para compras relativamente importante. En Suiza, por ejemplo, los puntos de venta se frotaban las manos en ciertas regiones de los Alpes así como en Ginebra y Zurich. Hoy se terminó. Los turistas chinos atraviesan Suiza mucho más rápidamente y si compran relojes quieren discutir el precio y sobre todo gastar menos dinero. Es por esto que algunos no dudan en afirmar que el mercado suizo está dañado. Pero es lo mismo en Francia, en Italia, en España y en otros lugares.

La situación es serie. No catastrófica, pero sí difícil. Es, por tanto, el momento de volver a trabajar los principios fundamentales y, entre ellos, es imperativo dar una sólida formación a las personas que venden los relojes. Por desgracia, este mensaje va muy mal con una abrumadora mayoría de marcas que, en el momento de tomar la decisión de formar a sus equipos, renuncian, pues cuesta dinero. Estas compañías no han comprendido que si quieren volver a ganar clientes, hay que aportarlos algo más de lo que ofrece la competencia de la calle de al lado.

Pero, felizmente, no todos los relojeros son igual de cerrados y tacaños. Por ejemplo, en el Grupo Swatch, formación no es una palabra vana, lo que es muy gratificante para la continuidad de la relojería helvética.