La feria de Basilea ha cerrado sus puertas sin grandes sorpresas aunque con propuestas muy correctas, como antes ocurriera con la de Ginebra. Los relojeros no quieren arriesgar en un momento de incertidumbre y éste parece ser un año de cierta calma. Pero la creación y el genio son imparables.

La mayor y más importante feria de relojería del mundo entero, Baselworld, ha cerrado sus puertas, confirmando lo que ya les adelantábamos en la pasada edición de R&E, a la vuelta del Salón de Ginebra: la creatividad relojera no pasa por sus mejores momentos. Con propuestas correctas, desde luego, atractivas incluso en muchos casos, pero sin nada realmente sorprendente, sobre todo desde un punto de vista técnico, este será, una vez más, un año de transición.

Y es que es justo reconocer que, entre unas cosas y otras, acá y allá, la coyuntura internacional no ayuda mucho.

Baselworld 2016 pabellones

La relojería suiza, que, como venimos diciendo, no atraviesa sus mejores horas, con cifras en negativo a nivel global e importantes mercados en retroceso, no quiere correr riesgos y apuesta por la vía fácil. Innovar es caro y ahora se trata de capear el temporal. Así, vemos como importantes y punteras marcas presentan distintas versiones de modelos ya conocidos, ofreciendo ahora series limitadas de más o menos piezas, ediciones especiales con ligeras modificaciones, cambios de colores en esferas (el azul se lleva la palma este año) y brazaletes, cambios de tamaños y/o de materiales como si de auténticas novedades se tratara. Propuestas en acero de clásicos y sencillos tres agujas que abaratan el precio de entrada a la marca, con lo que se pretende captar nuevos clientes. Alguna conocida marca ha llegado incluso a proponer el mismo reloj que ya existía en catálogo en oro y con certificado COSC, entre otros títulos, ahora en acero y sin certificación alguna, lo que, desde luego, reduce el precio.

Baselworld 2016 pabellón Breguet

Y todo esto en medio de una potente discusión sobre el Swissness, que exigirá a partir del próximo 1 de enero de 2017 al menos un 60% de componentes suizos, incluido el movimiento, para que un reloj pueda ser considerado como tal y merecedor del Swiss made. Un tema importante reclamado como una necesidad urgente por unos, que lo ven como única salvación de esta industria en el país alpino, y rechazado por otros que lo ven como un coste suplementario y excesivo en tiempos de crisis. Sea como sea, bien parece un asunto de justicia de cara a los consumidores que buscan y pagan más por ese sello de calidad y origen.

Más allá de esta discusión, controlar los precios y hacerlos más razonables, sin mermar la calidad y el diseño, parece ser el quid de la cuestión, al menos para las grandes y responsables marcas. Esto bien podría explicar el auge de determinadas firmas que lo comprendieron hace unos años y ahora recogen los frutos en forma de notables éxitos de venta, a pesar de las incertidumbres y las crisis económicas.

Baselworld 2016 pabellón TAG Heuer

Lo cierto es que la creación es imparable y la inventiva y el genio humanos son como un torrente que no puede detenerse. Por eso, no cabe duda de que en lo más recóndito de los talleres de relojería, relojeros, artesanos, ingenieros, creadores en definitiva, siguen trabajando, investigando, ensayando esos nuevos guardatiempos que en unos pocos años volverán a despertar nuestra admiración y el reconocimiento que esta maravillosa disciplina de la medida del tiempo merece. Aunque sólo sea por ese sueño, ancestral y tan humano, de que somos dueños del tiempo y no al revés.